Hace dos años me propuse hacer un consumo de tendencias más responsable y transformar mi armario en un lugar considerablemente menos abarrotado por prendas de fast fashion. Desde hace unas semanas me percaté de que en prácticamente la totalidad de mis outfits combino entre dos o tres prendas y/o accesorios de segunda mano o de marcas locales. A pesar de todas las callejuelas de Vigo que he recorrido en este tiempo buscando estos locales, éste ha sido un objetivo personal que hasta hace unos meses no veía alcanzable por diversos motivos.
El principal de ellos es la escasez de locales en los que encontrar esta alternativa de darle una segunda vida a la ropa. A su vez, muchas de estas tiendas tienen un aura vintage donde los precios tienden a elevarse y a escaparse de la capacidad económica del público general. A raíz de estas premisas somos muchos los que, debido a la falta de flexibilidad de nuestra cartera, nos veíamos forzados a recurrir de manera frecuentada a marcas de fast fashion. Esta es una práctica que se ha demonizado fervientemente, arrojando el demoledor argumento de que la industria de la moda es de las más contaminantes a escala global. Optando por el consumo de moda en pequeñas marcas locales se solucionan muchos de estos problemas. No obstante, al tratarse de piezas que tienden a alejarse de las cadenas masivas de producción, su costo es más elevado y una vez más, poco viable para muchos.
Gracias a las redes sociales las nuevas generaciones estamos informándonos cada vez más sobre esta problemática y concienciándonos de nuestra huella medioambiental, así como de la contribución que hacemos a la economía local. Con ese propósito, os comparto algunos tips que me han servido a la hora de lograr un cambio real en mi conducta y hábitos de consumo de moda.
El primero es muy sencillo y probablemente el más común: heredar ropa de familiares. Desde adolescente he incluido en mi armario infinidad de prendas que llevaba mi padre en la década de los 90 y los 2000. Estas prendas me resultan atemporales, siendo básicos de fondo de armario desde que las incorporé a mi estilo personal. Por otro lado, aquellas prendas que me quedan pequeñas o con las que dejo de encontrarme cómoda se las doy a familiares y amigos. De esta forma se genera un círculo en el que la ropa va cobrando nuevas vidas y no se echa a la basura a la primera de cambio.
El segundo consejo es encontrar tiendas físicas de segunda mano que se adecúen a tu estilo personal y a tu cartera. Como se mencionó anteriormente, no es lo mismo querer hacer este cambio de consumo si resides en una gran ciudad a una que no lo es. A pesar de ello, gracias a su popularidad cada vez hay más tiendas de este estilo en prácticamente cada barrio y no solo en las calles más céntricas. Un buen truco es que la próxima vez que quedes con alguien de tu círculo le preguntes si conoce de la existencia de alguna de estas tiendas en su barrio o en su calle. Otra forma de toparse con estos locales es visitando zonas nuevas o buscando en internet. Esta última opción, a pesar de parecer la más rápida y eficaz, no siempre lo es. Muchas webs de estas tiendas residen en las profundidades de internet y no siempre es sencillo que salgan a la luz.
Una alternativa a las tiendas físicas son las aplicaciones de compraventa de ropa de segunda mano, sobre todo si lo que buscas son piezas de firmas que de primera mano no te puedes permitir. Hace un año una amiga me descubrió Vinted y desde entonces gran parte de mis accesorios los compro por esta vía. Gracias a esta alternativa en mi armario cuento con corbatas de Dior y Burberry, bolsos de Mugler, Guess y Tommy Hilfiger que de otra manera no me hubiera sido posible adquirir.
Otra buena opción para conseguir un armario más sostenible es introducir piezas de marcas locales. Muchas veces el precio de estos artículos es elevado en comparación con las marcas de fast fashion, sin embargo, a largo plazo sale más rentable invertir en estos artículos. A pesar de que tu variedad de prendas sea menor, la calidad de éstas es más alta y por lo tanto su durabilidad perdura. Además, de esta manera contribuyes a pequeñas marcas y comercios, reactivando la economía local y trabajo artesanal, disminuyendo la huella medioambiental que produce la fabricación en masa.
Una dinámica que comencé hace unos meses es frecuentar mercadillos locales propulsados por marcas autóctonas y establecimientos de ocio. Normalmente estos mercadillos son eventos sociales en los que convergen diversas facetas artísticas. Se trata de un plan divertido que hacer con amigos en el que escuchas música en directo, tomas algo en el local que se celebra y le das una dimensión humana a los productos. Además de conocer a las personas que llevan a cabo cada proyecto, puedes testear la calidad de las prendas en persona. Algunos de mis mercadillos preferidos en Vigo son los que se celebran el el local El Mono Vintage o #AgarimoDay, la iniciativa impulsada por la revista de fotografía Agarimo.
¿Has experimentado algún cambio en tus hábitos de consumo de moda en los últimos años? ¿Cual es tu tienda de segunda mano preferida? ¿Conoces algún mercadillo local que te resulte interesante? Házmelo saber a través de la cuenta de instagram de The Bustle Issue.
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